
Escucho y escucho y aún no logro encontrar una respuesta.
Tiemblo cuando escribo unas cuantas palabras que hablan, narran, viven y al mismo tiempo mueren en ti. Me da pena, debo aceptarlo. Muchas cosas me dan pena, esta me costó asumir.
Una plaza, un árbol que nos cobijó tantos momentos, un sol que se escondía para dejarnos solos y estrellas que como velas adornaban el dulce momento. Eran rocas nuestro sofá y flores los vientos que nos dejaban llorar. El reloj se detuvo después de diez años. Pasaron días y volvió andar.
Es triste volver al mismo lugar, ahora el sol no se esconde, si no que se escapó. La lluvia lo reemplaza y se queda y se adueña y me pega, no me suelta, me tortura entre fuegos y cenizas, entre tragos y noches que en un abrir y cerrar son días.
Me muero y vivo en el mismo aire que me soportó durante diez largos y míseros años. Las flores ahora las saco, hablo con ellas y les pregunto qué paso.
Siempre me hablaste, me amaste, me extrañaste y cuando estuvimos juntos, no me amaste, no me extrañaste, menos me miraste. Porque sé que es difícil mentir, también sé que es difícil decidir, si tu o yo.
Paso de largo tantas noches en una, conozco tanto el mar de cemento como te conocí cuando te vi por primera vez.
Y recuerdo y recuerdo y no puedo olvidar, cuando lo logre te llamaré y por última vez te diré, te amo.
Son diez, quince y veinte, quizás más. Son veinte, veinticinco, treinta, talvez los minutos que escribí, que aprendí, que por ti, yo no puedo vivir.
… lo único que sé, es que gracias a ti, todavía en las mañanas me cuesta levantarme …
… y que mi corazón es el único que aguanta este dolor
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